
Librarse de un castigo puede consistir en hacer lo correcto. Aunque a veces puedes librarte pagando. Como la historia del hijo clavador-desclavador ha generado muchos y buenos comentarios he pensado que lo suyo es dedicarle un articulito. Como habéis percibido últimamente escribo menos, pero quiero aclarar que no hay razones amorosas, laborales o de ánimo implicadas. Simplemente escribo menos porque hago otras cosas. No es una explicación propia de la psicología de la buena, lo sé, pero no siempre hay que estar analizándolo todo, mejor dedicarse sólo a lo importante, ¿no? Generalmente no echo de menos eso de elucubrar artículos, pero perder el contacto con vosotros/as es menos agradable. Bueno, si os parece vamos con la familia ferretera. Creo que cualquier actividad que hacemos con un fin concreto no deja de ser una técnica. Seamos o no conscientes, nuestra vida diaria es una aplicación sucesiva de técnicas psicológicas, por nuestra parte y por parte de los que nos rodean, y es que la psicología de forma general no es más que el estudio y la modificación de la conducta, incluyendo la verbal. Entonces, ¿hay algunas técnicas pululando por esta historia? Veamos (…)
1) Yo entiendo que obligarse a clavar tras cada muestra de impaciencia podria considerarse un castigo autoimpuesto que tiene como objetivo reducir esa impaciencia. Otra cosa es que la intensidad del castigo sea moderada o que realmente sus efectos sean negativos. Lo que supone un castigo para una persona puede ser algo neutral para otra, o incluso agradable.
2) Por otro lado, en este contexto, retirar los clavos es una especie de satisfacción por "reforzamiento negativo", es decir, darse el gusto de quitar el clavo refuerza o hace más probable la conducta de autocontrolarse, no? Es el mismo sistema que poner monedas en una hucha cada vez que se enciende un cigarro, en el caso de que la intención sea dejar de fumar (un castigo tipo coste de respuesta), y recuperarlas en función del tiempo de abstinencia.
3) Por último, el padre intenta que su hijo verbalice y asocie los momentos de impaciencia a ciertas consecuencias negativas que debería intentar evitar. Le está transmitiendo una regla verbal del estilo "si no quieres sentirte luego mal durante mucho tiempo mejor que hagas lo correcto." No dejaría de ser otra especie de reforzamiento negativo, hacer lo adecuado para evitar el castigo de sentirse mal. Tiene que ver con la culpabilidad.
En fin, ya sabéis que gran parte de la educación que recibimos y que damos está basada en el castigo y la crítica, es algo que hacemos con naturalidad y cierta soltura. ¿Por qué se aplica el castigo con tanta frecuencia y en tantas situaciones? Hay que recordar que usar el castigo es mucho más fácil e implica efectos a corto plazo, aunque por supuesto, sus efectos secundarios son numerosos, seguro que se os ocurren algunos. Hacer que los católicos se comporten de forma cristiana recordándoles la existencia del infierno y generando sentimientos de culpa es mucho más rápido y económico que educar aplicando consecuencias positivas a los comportamientos adecuados, qué os voy a contar que no sepáis. Reprender al niño que "no quiere" aprender lo puede hacer cualquiera. Otra cosa es trabajar con él para que disfrute aprendiendo. ¿Os suena eso de criticar y hacer responsable al empleado que no trabaja “lo suficiente” o tan bien como debiera, pero sin cambiar el contexto y sin ofrecer la motivación y las herramientas de mejora necesarias? En los dos artículos de historia de una mentira hablamos mucho del castigo, así que no quiero castigaros insistiendo en el tema.
Gracias a todos/as los que habéis dejado vuestro comentario en el artículo anterior.
Por ejemplo, Alfredus, el más madrugador, dice que utilizará la historia algún día. Ya nos cuentas con qué fin.
Desorientá, que también ha estado de vacaciones blogueras, como yo, va al grano y se pregunta si de verdad se puede enseñar paciencia a un niño. Yo creo que sí, otra cosa es que se tenga la paciencia (y la técnica) para hacerlo. Me alegra leerte por aquí, espero que estés recuperada.
Emilcavan entra en debate con Desorientá y recomienda usar la regla:”las cosas importantes llegan despacio.” Yo añadiría, si me lo permites, que sea cual sea la velocidad a la que lleguen las cosas lo que nos hace más libres y más felices es no necesitarlas demasiado. Y si además aprendemos a no esperarlas con impaciencia, miel sobre hojuelas (¿por qué se dirá esta frase?).
Senior Manager comenta que este tipo de castigos simbólicos no sería muy funcional para los hijos en estos días, les importaría o afectaría más bien poco. Y este aspecto me parece interesante porque en demasiadas ocasiones creemos estar castigando o recriminando el comportamiento de una persona cuando lo que hacemos es, incluso, reforzarlo. También ocurre lo contrario, que intentamos incrementar la motivación utilizando elementos que realmente influyen muy poco. Si es que de motivación casi no hablamos por aquí, no...
Aunque Kurt no comenta el artículo en cuestión, se agradece su visita y su reconocimiento.
Lusita, a la que también hace tiempo que no veía, subraya la importancia precisamente de establecer consecuencias negativas a nuetros actos, que nadie se vaya de rositas, también llamado asumir la responsabilidad. Es un tema controvertido pero estoy de acuerdo en ser sistemático a la hora de aplicar determinadas reprimendas, si realmente queremos que funcionen debemos hacerlo bien. Si criticamos la irresponsabilidad de los velocistas de carretera, ¿cómo podemos estar en desacuerdo con una politica de implatanción de radares indetectables?
L´Anika, reciente comentarista pero de gran calidad, cita “Ética a Nicomaco”, de Aristóteles: "Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo". Y pone la guinda con un “análisis funcional de los enfados”: si a mi hijo enfadarse no le sirve de nada, dejará de enfadarse. ¿Qué más puedo añadir?
Raizen afirma “es más fácil enseñar a masticar antes de tragar. Para aprender a ser paciente se necesita mucho poder.” Aprender autocontrol no es tan difícil, pero si de lo más difícil. Raizen, ¿has abierto otro blog? No paras...
Magda opina que las lecciones de los hijos son también para los padres… La frase es algo genérica por lo que tiene varias interpretaciones. Lo que si aseguro es que “si tú lees, ellos leen”, y si tú tienes paciencia, ellos también la tienen. Magda, gracias por pasarte.
Carlos Martí ha hecho un ranking en el que Yoriento sale bien parado. ¿Cómo no darle las gracias públicamente? ;-)
Alycie cree que esta metáfora tiene algo de “realismo mágico”. Y es verdad que a este tipo de “metáforas sabias” les atribuimos un cierto poder para el cambio de la conducta de los demás. Y no sé yo…
José Luis del Campo se alinea con Senior Manager en eso de que el castigo no es tal a menos que afecte de verdad. Y duda de que esto sea una técnica “psicológica”. Ah, pero no entraré en ese debate, no, que me pierdo.
Carmen Jasanda visita el blog por primera vez gracias a Carlos. Cuánto bien está haciendo este hombre por Yoriento¡ Bienvenida, Carmen.
Y Marietta, que me recuerda que estoy hecho un vago bloguero, aunque ella está de vacaciones, eso sí. Gracias por interesarte, amiga.
Buenas amigo.
ResponderEliminarKurt soy también Jose Luis del Campo, lo que ocurre es que a veces me entra mi "otra imagen".
No que nos perdemos!! si nos ponemos a discutir, jejeje!!
Básicamente soy de la idea de que presuponer una conducta de inicio como buena, y la contraria como mala, existiendo un premio o un catigo por ello, condiciona mucho el comportamiento del ser humano.
Si partimos de que el entorno desde pequeño condiciona el aspecto futuro de cada individuo, retomando el caso del padre y los clavos, la idea de clavar los clavos puede ser entendida por el hijo como un castigo, y como una conducta correcta para que aprenda a controlarse. Si con posterioridad el quitarlos se considera un premio por haber adquirido el autocontrol, ninguna de las acciones es contemplada como negativa (ningún hijo piensa que el padre hace algo por mal a un hijo). Una conducta racional pensaría que ambas acciones son por su bien, por lo tanto serían premios y nunca castigos.
Muy peligroso por lo tanto serían las conductas inducidas desde pequeño por los padres con la opción de premio-castigo, porque pueden asociar conductas érroneas.
El hijo adquiere valores preestablecidos por sus padres, que a fin y al cabo, nadie dice que sean los correctos.
Con respecto a este punto me gustó mucho el artículo de mi amigo David C.Berruezo (http://www.portaldelcoaching.com/Actualidad/Columna/NL9-DOC2-Im...perfeccion.htm)al cual le contesté con uno mio (http://delcampovillares.com/2008/03/14/las-creencias-infantiles/).
Bueno que me estoy liando como na persiana.
Me ha encantado la viñeta.
Un saludo
José Luis,
ResponderEliminarla educación y el aprendizaje siempre esta basada en "premios y castigos", incluso cuando no es planificada e incluso sin necesidad de personas intermediarias.
Las conductas que sobreviven son producto de una especie de selección natural. Tendemos a hacer lo que nos gusta, lo que tiene éxito, lo que nos hace evitar errores y sufrimientos...
Creo que el problema y la confusión están en reducir la psicologia al uso desafortunado y simplista de los términos premio y castigo, ¿no crees?
Pero lo dicho, el debate continua¡ Tal vez en tu blog? ;-)